Marcada como tuya.


Capítulo 1.


Tras el timeskip, hace cinco años: East Blue:
Suspiro, resoplo, suspiro, resoplo. ¡Maldita sea!, ¿cuánto piensa seguir así?
  • Papá, por favor, para ya. - fruncí el ceño, tanta queja ya empezaba a pesarme.
  • Lo siento, hija... Pero ya te dije que no me hace gracia ir a ese lugar lleno de piratas.
  • No está lleno de piratas. Al menos, no hay ninguno oficial, que yo haya entendido.
Sólo íbamos a una cena para aclarar algunas cosas del gobierno. Yo ni siquiera pinto nada, pero siendo la hija del Rey de Arabasta... Supongo que así también podré vigilarle.
  • Mira, ya estamos. - comenté, al ver desde la cubierta del barco en el que viajábamos, que estábamos en nuestro destino.
Volvió a suspirar y yo volví a echarle la bronca. Para ser mi padre a veces era un tanto infantil. Bajamos del barco, para después entrar con tranquilidad, al menos yo, en el restaurante. Me fijé en el nombre del lugar, Restaurante Flotante Baratie, y volví a recordar que todo iba a ser allí para no levantar “sospecha”. Frente a nosotros, una larga mesa se extendía hasta medio camino, horizontal a nosotros. Al parecer sólo estábamos nosotros, puesto que, para ser una mesa reservada con una cantidad notable de sillas, no había nadie.
Decidimos sentarnos y esperar, en silencio, y observé con curiosidad el lugar. Era bastante acogedor, y el sonido de las olas chocar contra la madera de la cubierta acababa por relajarte.
  • Disculpe, señorita... - oí la voz de un hombre a mi espalda, llamando mi atención. Me giré y, en efecto, arrodillado frente a mí había un chico un par de años mayor que yo, portando una rosa en sus manos. Era rubio, vestía con un traje negro y sólo dejaba ver una mitad de su rostro, ya que la otra mitad la cubría su propio cabello. No me dejó responder, pues antes de decir nada me ofreció la flor acompañada de una curiosa frase-: Una bella flor, para así tener dos frente a mi vista.
Le miré con un ligero rubor, ante la mirada confusa y a la vez protectora de mi padre.
  • G-Gracias... - acerté a decir, pues no había podido evitar avergonzarme. Él sonrió, claramente emocionado al escucharme hablar. Hizo una leve reverencia y volvió a marcharse, sin decir nada.
  • ¿Quién era ese muchacho?
  • ¡Y yo qué sé!
Agaché la mirada, evitando que viera el rubor que había ocupado mis mejillas.
Decidí quitarle importancia al asunto y me senté, erguida de nuevo, observando la rosa que ahora me pertenecía.
  • Iré a tomar un poco el aire. - dije, levantándome de mi asiento.
  • Oh, está bien... No tardes, ya deben estar a punto de venir los demás. - respondió mi padre, con una de sus muchas tiernas sonrisas.
Salí despacio a cubierta, ligeramente cabizbaja hasta que pude ver el mar. Verdaderamente el restaurante estaba vacío. Claro que, aún era temprano para que nadie quisiera molestarse en venir. Suspiré mirando mi propio reflejo en el agua. Una figura adolescente de una chica de tan sólo 14 años...
Pasado un rato escuché unos ligeros pasos a mi espalda, por lo que me giré a ver, encontrándome de nuevo con aquel rubio. Me mantuve en silencio y volví de nuevo la vista al mar, quitándole importancia. Pude ver que se colocaba a mi lado, con una colilla encendida en la boca.
  • ¿Tan joven y ya fumas? - pregunté con sorna, recibiendo como respuesta una pícara sonrisa.
  • El trabajo aquí llega a ser muy estresante. Además, soy mayor que usted.
  • Un par de años, ya ves... ¿Debo hablarte también de usted?
Soltó una carcajada.
  • Soy yo quien debe dirigirse de esa forma a una Princesa. Vivi, ¿no?
  • Eh... S-Sí, Vivi Nefertari. - tartamudeé. No pensaba que fuera a conocer de mí. - ¿Y tú eres...?
  • Sanji. Camarero y aprendiz de cocinero de este restaurante.
Esto último lo dijo con orgullo, mirando el mar con una amplia sonrisa. Me quedé mirándole, sin saber qué responder.
  • Estás esperando a que lleguen los de la reunión, ¿no? - acertó. - ¿Le concederías a este cocinero el honor de dar un vuelta mientras tanto? - me tendió la mano, volviendo a hacer una leve reverencia.
Abrí los ojos con sorpresa y asentí con la cabeza, cogiendo con suavidad su mano tendida.
Comenzó a andar frente a mí, guiándome, dado que era él quien conocía el lugar. Al final llegamos a la parta trasera del restaurante, donde había más vista del mar y alguna que otra isla.
  • ¡Es precioso! - exclamé emocionada, fijándome en lo que se extendía frente a mis ojos.
Se sentó tras de mí, apoyando la espalda en la pared exterior de lo que era la sala de restaurante. Al verle me senté a su lado, rodeándome las piernas con ambos brazos sin despegar la vista del mar.
  • El mar es tan grande... - susurré. - Todo lo que pueda haber supera la imaginación.
Vi de reojo que me miraba, sonriendo con ternura.
  • ¿Q-Qué miras?
  • Nada, nada... - respondió, tornando la sonrisa a una pícara.
Estuvimos un rato hablando, contándonos anécdotas y malas situaciones de nuestro pasado. Me sentía a gusto con él. No sé, no era el típico que se acercaba a mí por el hecho de ser la heredera de un país.
  • Vamos, ya habrán llegado los demás tipos de la reunión. - me avisó, levantándose del lugar en el que estaba.
  • Yo ahí no tengo nada que comentar – refunfuñé. - vengo por mi cargo.
  • Precisamente por eso debes ir. Es tu cargo.
Suspiré resignada. - Vale, vale... - antes de intentar levantarme me tendió la mano y me levanté con su ayuda.
Volvimos sobre nuestros pasos, comentando algunas cosas más antes de llegar al lugar anterior a este. Como dijo, allí estaban las demás personas, discutiendo cosas incomprensibles por sus voces mezcladas. Decidí volver a mi sitio, pero agarró mi mano y me detuvo.
  • ¿Cuánto tiempo estaréis aquí?
Esta pregunta me extrañó.
  • Creo..., que hasta mañana a la tarde. ¿Por qué...?
  • Por nada, por nada... Si quieres luego podemos volver allí.
Le miré un momento, con un ligero rubor que hasta pude notar.
  • ¡C-Claro! - respondí emocionada, hasta que finalmente me separé de él para volver junto a mi padre.
Esperé el típico interrogatorio por su parte, pero estando hablando con toda esa gente debía haberle quitado importancia. La tarde se me hizo eterna... Lo más interesante que pasó en todo el tiempo fue la excelente comida que sirvieron. ¡Mejor que la tradicional de Arabasta! Imagínate. Llegada la tarde/noche volví a salir y me dirigí a la parte trasera del restaurante. Como pensaba, allí estaba Sanji, apoyado en la barra que finalizaba el suelo de la cubierta, con un cigarrillo sin encender en la boca.
  • ¿Habíamos quedado aquí? - preguntó al percatarse de mi presencia, casi en una afirmación.
  • No hacía falta. - respondí yo, encogiendo los hombros.
Guardó el cigarro, para luego girarse a verme con una tierna sonrisa.
  • ¿Qué pasa?
  • Nada. ¿Por?
  • Tu sonrisa.
  • ¿Qué pasa con ella? - arqueó una ceja, acercándose a mí.
  • Nada...
Rió y terminó de acercarse a mí, cogiendo mis manos y, provocando de nuevo mi rubor.
  • Creo que hoy no me he aburrido aquí por el hecho de haberte conocido.
  • ¿Estás flirteando conmigo?
  • Puede. - respondió entre risas, acercando su cuerpo al mío.
  • Ehh... Sanji, debo irme pronto... - aparté la mirada, notando un leve ardor en mis mejillas. No sabía qué hacer... Por un lado estaba a gusto con él. Pero, vamos, ¡sólo le conozco de hace unas cuantas horas!
  • Te noto nerviosa... - susurró, a una distancia de la que no me había dado cuenta antes.
  • ¡No lo estoy...!
  • No, qué va... - rió con suavidad, antes de colocar sus manos sobre mi cintura y acercarse a mí todo lo que podía, hasta rozar nuestros labios.
Noté cómo mi pulso se aceleraba, sin siquiera haber respondido a ninguna de sus acciones. Miré sus labios, esperando que él hiciera algo. Pero no. Apenas pasaron unos minutos volvió a separarse de mí con lentitud, también algo sonrojado. ¿Me iba a dejar así?
  • Tenías que volver pronto. ¿Me equivoco?
  • No, tengo que volver... ¡Pero...!
No me dejó terminar. Sacó de nuevo el cigarrillo del bolsillo de su pantalón y se lo metió en la boca, sonriendo de lado.
  • Nos veremos mañana, espero. - una vez dijo esto caminó al lado contrario, pasando por mi lado. Noté cómo, al estar justo a mi lado, aspiraba algo de aire, para después seguir caminando hasta entrar en el restaurante.
Me quedé ahí, intentando reconstruir en mi mente todo lo que acababa de pasar. Hasta que escuché la voz de mi padre.
  • ¡Vivi, vamos!
  • ¡S-Sí! - corrí hacia él y ambos volvimos al barco en el que habíamos venido, donde había un camarote para cada uno en el que poder dormir.
Estuve toda la noche dándole vueltas a lo que había pasado. Quizás..., podría sentir algo por él... Meneé la cabeza al pensarlo. No podía, él casi era un pirata. Suspiré, más confundida que otras veces. Hundí la cabeza en mi almohada y decidí dormir, ya hablaría mañana con él.

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